Lo reconozco, me encanta operar a corazón abierto. Nunca he estudiado medicina, pero mi pasión por operar y ver un corazón humano palpitante me dispara la adrenalina como a Dexter el asesinato. Es así. Pero no penséis que soy un loco. He realizado un par de talleres sobre primeros auxilios en un taller de mi barrio, y oye tampoco es tan complicado. Se trata de saber un par de cositas, cubrirte para no mancharte la camisa y voilá.
Y ahora te pregunto ¿Como paciente te pondrías en mis manos? La respuesta lógica es No. Un “No” rotundo acompañado de un “Estás flipando o qué te pasa” Por supuesto que no te pondrías en manos de un no profesional para una operación de este tipo, entonces ¿Por qué no ocurre esto en las artes escénicas? ¿Por qué las administraciones y circuitos contratan no profesionales para hacer un trabajo profesional?
Intentaremos reflexionar sobre este tema problemático y ver, si existe, la luz dentro del caos. Lo primero que me gustaría aclarar es que el teatro amateur (se puede extender a otras disciplinas) es un espacio necesario para el desarrollo de la cultura local. El teatro como hobby es una disciplina maravillosa para conocer gente, disfrutar de la escena, un lugar de terapia para soltar tus problemas, un entorno perfecto para ser tú mismo y permitirte sentir (algo poco común en estos tiempos que corren). Y todo esto sin responsabilidad económica, ya que es sólo un hobby y no un medio de vida. Por otro lado están las compañías profesionales, personas que han determinado que el teatro es su profesión a tiempo completo. Trabajan todos los días para sacar adelante proyectos dónde se dejan hasta su último euro. Compañías que siguen la ley fiscal cargando con unos impuestos empresariales bastante elevados, dando de alta a sus trabajadores y pagando sueldos según el convenio de trabajadores de la profesión.
Estas son las dos caras del teatro en España, ambas legítimas y ambas con su espacio. Pero no son lo mismo. Por muy buen trabajo que haga una compañía amateur nunca se puede comparar con una profesional. Y ¿Qué pasa cuando los límites de la profesionalidad se vuelven borrosos? Nos encontramos que se está extendiendo la aparición de compañías de teatro amateur en circuitos y proyectos a priori reservados para profesionales. Compañías amateur con gastos reducidos que rebajan su caché a precios de broma compitiendo con profesionales que mantienen los cachés necesarios para salir adelante legalmente. No podemos dejar que esto ocurra, es competencia desleal. No todos estamos jugando con las mismas normas. No puede pasar, y más de uno y de dos podrán verse reflejados en este ejemplo: Un programador de un teatro te dice que tu caché es muy alto, que tiene una compañía del pueblo de al lado, con más actores y unos trajes preciosos, que le cobra la mitad de la mitad por su actuación. Asi que por lo que pides de caché olvidate de sacar bolos. Es así, tan real como la vida misma, y desgraciadamente no es un caso aislado ni acotado a una zona. ¿Pero es esto culpa de la compañía amateur? Ni mucho menos, toda la responsabilidad es de esa administración que permite que juguemos todos en el mismo campo de juego pero con distintas normas. Estos grupos ¿Dan de alta a sus actores? ¿Pagan sueldos según convenio? ¿Pagan los impuestos que nos impone la ley a las demás compañías? Me planteo esto al echar cuentas y ver que es imposible que una obra de 8 actores pueda valer 500 € (siendo generoso). No podemos competir con estos precios, es imposible.
Las administraciones tienen que ser las primeras que no permitan esta situación. Tienen que involucrarse y comprometerse con el tejido profesional de sus ciudades y comunidades. Tenemos que dejar claro cuál es el espacio de cada uno. La administración debería crear circuitos de teatro amateur para que las cías. de aficionados tuvieran su espacio de muestra. Es legítimo y necesario para que el teatro siga existiendo. No podemos olvidar que las cías. amateurs son la principal cantera para actrices y actores que posteriormente se dedicarán profesionalmente a esta profesión. Pero también debemos cuidar y respetar el tejido profesional porque si las cosas siguen así, en unos años, los que apostamos por dedicarnos profesionalmente al arte desapareceremos al no poder hacer frente a esta situación. Por eso no opero a corazón abierto, por mucho que me guste ver palpitar un corazón.
Antonio Velasco
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