Ella quita la mirada. Ella pone siempre distancia. En su día a día sólo piensa en cómo llegar a la noche, cómo no cagarla en las redes sociales, cómo fingir que realmente los chicos se la sudan. A sus 15 años esa coraza la hace sentir más fuerte, segura. Esta mañana la han vuelto a echar de clase. Esta mañana tampoco la han dejado explicar que sólo estaba pidiendo un boli. Otro día más. Llega el Jueves y el instituto lleva a todos al teatro. Siempre mola salir. Siempre mola perderse clase. Pero ¿Al teatro? Ella no sabe qué pensar. La última que vez que los llevaron era una tontería. Se pregunta porque todos los tratan como si todavía fueran niños, sus padres, los profesores, en el teatro... Está pensando en esto cuando se apaga la luz de sala y comienza la función. Piensa que seguro se aburre, coge su móvil y abre el Candy Crush para pasar este trago lo más rápido posible. ¿Es esto así?¿Sienten esto nuestros adolescentes? Como profesional del teatro que trabaja con y para jóvenes me lo pregunto continuamente. ¿Cómo puedo transmitirles? ¿Cómo puedo llegar a ellos? ¿Cómo puedo hacer que sientan lo que yo siento como espectador? Y la respuesta es complicada. Vamos a intentar reflexionar sobre este tema y quizá encontremos alguna herramientas para que las compañías, los educadores, los padres... conectemos y entendamos un poquito mejor a nuestros adolescentes. Un primer punto es la asistencia de nuestros jóvenes al teatro fuera del entorno escolar. En general existe una verdadera falta de compromiso por parte de los padres a la hora de formar culturalmente a sus hijos. Parte por dejadez, y en muchos casos por sobreprotección. Dejadez a lo hora de comprender que el teatro puede aportar muchísimo a la formación humana y emotiva de nuestros adolescentes, que descubran en el teatro un lugar dónde poder emocionarse sin complejos, para entenderse y entender mejor el mundo que les rodea. Sobreprotección a la hora de aceptar que nuestros hijos adolescentes ya no son niños. Tienen toda la madurez necesaria para ir a ver obras de teatro para adultos, obras complejas, obras experimentales, obras clásicas y contemporáneas, obras que les incomoden y les hagan pensar. No les privemos de eso por nuestros propios temores y miedos como padres. Por otro lado ¿Cómo prepara el entorno educativo estas salidas al teatro? Conozco muchos centros que hacen una gran labor previa a la función. Durante semanas hablan de la obra con sus alumnos, comentan con ellos qué van a ver y despiertan un interés en lo que va a pasar en el teatro. Este proceso es fundamental. Si no hay implicación por parte del profesorado en estas actividades, la salida se queda en eso, en una mera salida. Es dejar pasar una oportunidad para desarrollar el espíritu crítico del alumnado. Creo, y es una opinión, que hay que abordar estas actividades de forma profunda y conjunta con las compañías para así convertir la experiencia de salir al teatro en algo que deje huella. Para que todo esto ocurra las propias compañías de teatro y los gestores culturales que trabajen en proyectos de educación tenemos que realizar un cambio de concepción a la hora de preparar obras para este público. Tenemos que quitarnos la idea preconcebida de lo que es el “teatro escolar” y realmente hacer un proceso de qué es lo que queremos contarles a estos jóvenes espectadores. Tenemos que apoyar a los centros creando cuadernos pedagógicos que ayuden a todo el trabajo previo pre función, tenemos que implicarnos en romper la barrera que nos separa del público y acercanos a ellos para que los jóvenes espectadores se puedan ver reflejados en nuestro trabajo. Basta de crear espectáculos escolares con lo mínimo. Tenemos la gran responsabilidad de que estas chicas y chicos no aborrezcan el teatro, no lo olvidemos, ellas y ellos serán los espectadores del futuro. Hablemos de sexualidad, hablemos de bulling, hablemos de racismo, hablemos de clásicos sin la losa del tiempo, hablemos de emociones, hablemos de ellos y para ellos. Comprometámonos con nuestro futuro. Me gustaría acabar mencionando algunas compañías que realizan un excelente trabajo con el público adolescente, La Joven Compañía, Teatro Defondo, Cross Border Project, Teatro de Poniente, los trabajos del dramaturgo Nando López,... Y muchos más que aquí tendrían cabida. Acabó la función y ella se dio cuenta que no había mirado el móvil en hora y media. Salía sonriendo, hablando con sus amigos de lo que le había pasado a la protagonista. No paraba de darle vueltas en que aquello que había ocurrido sobre el escenario le podía haber pasado a ella. Entró en casa y le dijo a su madre “Mamá ¿Cuándo vamos al teatro?”.
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